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Preciosas y Grandísimas Promesas

Que precioso es cuando logramos comprender las riquezas que como hijos hemos heredado de nuestro amado Padre que está en los cielos. Preciosas y grandísimas promesas. Están ahí al alcance de nuestras manos, pero no siempre somos conscientes de ello. Muchas veces vivimos como si ya hemos recibido todo lo que teníamos que recibir, pero aún hay mucho por descubrir. En una próxima entrada compartiremos sobre las herencias que tenemos en Cristo Jesús, pero hoy nos centraremos en tres pasajes sobre los que hemos estado meditando en familia. Por supuesto que estos pasajes tienen mucha más riquezas que podemos aprovechar, pero solo destacaremos algunas. Vayamos pues, a la Palabra…

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«Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;» (2 Pe 1:3-4)

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En primer lugar podemos destacar que «Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas.» Y cuando dice todas, no dice algunas, las más fáciles o las más importantes, dice TODAS. Pues, ¿entonces, qué más nos falta? ¿Qué más necesitamos? ¿Cómo las hemos recibido?: «Mediante el conocimiento de Cristo Jesús». Es decir que en el conocimiento de Cristo recibimos también todas las cosas que necesitamos para esta vida.

Conocer a Cristo es mucho más que la salvación de nuestras almas, es entre otras cosas, comprender que no andamos solos y desprotegidos por la vida, sino que hemos recibido todo lo necesario para una vida abundante y plena. Por supuesto, junto a todas las cosas incluidas «nos ha dado preciosas y grandísimas promesas». Más aun, nos dio todas las cosas y además (como si no estuvieran incluidas en la palabra todas) también nos dio grandísimas promesas. ¡Qué cosa extraña! Dice que nos dio todas las cosas y encima nos va a dar más. ¡Qué maravilloso! Por otro lado no son cualquier promesas, sino que por medio de ellas llegaremos «a ser participantes de la naturaleza divina». ¡Qué privilegiados que somos! Sigamos…

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«No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.» (He 10:35-39)

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La Palabra nos exhorta a que «no perdamos nuestra confianza». Dicho de otra manera, debemos mantener la seguridad, el ánimo, el aliento, el vigor. Es la actitud que debemos tener ante las circunstancias de la vida, y si lo hacemos de esta manera recibiremos la recompensa establecida para la ocasión. Nos dice también que «es necesaria la paciencia». La paciencia no es pasividad ni resignación, más bien es esperar sin desesperar. Es la virtud de soportar en confianza, es fruto de una vida plena en el Espíritu Santo.

Más sobre la actitud adecuada. Completando la enseñanza de este pasaje nos dice que junto con estas cosas debemos permanecer y persistir en «hacer la voluntad de Dios». Entonces, manteniendo la confianza, sumado a la paciencia y haciendo la voluntad de Dios, da como resultado que «obtenemos la promesa». A modo de conclusión o resumen agregamos la fe. Y como justificados en Cristo debemos «vivir por fe», esto significa dependencia absoluta y total de Dios. Declarando a fuerte voz que «no somos de los que retroceden… sino de los que tienen fe». ¡Aleluya! Y otra vez…

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«Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.» (He 6:11-15)

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Analizando brevemente este tercer pasaje la consigna es que «debemos mostrar la misma solicitud hasta el fin». Debemos manifestar la misma diligencia, esa pronta disposición que nos caracterizaba desde el principio cuando hemos conocido el amor de Dios. No debemos ser de doble ánimo. -Hoy me siento bien, ah… hoy no. Como buenos discípulos de Jesucristo no dejamos entrar el desánimo a nuestros corazones. «Para plena certeza de la esperanza», esto no es como reza el dicho popular “la esperanza es lo último que se pierde”, este tipo de esperanza demuestra agobio, nos ubica al borde del desánimo, ya no nos queda nada solo la esperanza.

Cuanta equivocación. La esperanza como mencionamos antes es esperar y como se menciona aquí es plena certeza de lo que se espera. Y una vez más la «fe y la paciencia». Debemos buscar personas de fe y de paciencia e imitarlos, sabiendo que este es el camino «para heredar las promesas». Debemos imitar personas como Abraham, a quien Dios le dio promesas y este «con esperanza y paciencia alcanzó la promesa». Ciertamente nosotros somos herederos de las promesas de Abraham, y entre ellas esta que el Señor le dice: «Te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente».

Resumiendo, Dios ya nos ha dado todas las cosas, pero aun así nos ha dado preciosas y grandísimas promesas. Y nos revela el camino para obtener estas promesas recordándonos que mantengamos firme nuestra confianza, que es necesaria la paciencia y hacer la voluntad de Dios. Que debemos vivir por fe. Mostrando la misma solicitud hasta el fin. En plena certeza de la esperanza, no perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Por todo esto declaramos que no somos de los que retroceden, sino de los que tienen fe. Entonces lo que necesitamos es: conocimiento de Cristo, confianza (seguridad, animo), paciencia, hacer la voluntad de Dios, fe, la misma solicitud (disposición) hasta el fin, plena certeza de la esperanza, ser imitadores de los que nos preceden en la fe…

Y como broche de oro nos recuerda Dios diciéndonos: «De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente». ¡Abundancia y Multiplicación para nuestras vidas! No perdamos la confianza… mostremos la misma solicitud hasta el final…Las promesas igualmente que la visión no debemos perderlas de vistas, siempre tienen que estar ahí delante nuestro marcándonos el rumbo, son nuestra esperanza, lo esperamos con solicitud. Nos ayudan a mantenernos enfocados en lo importante y nos ayudan a no distraernos.

¿Sabes cuáles son las promesas que Dios tiene preparadas para ti? ¡Espéralas con plena certeza!

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