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Una Oración de Bienvenida

Hacía pocos meses que habíamos llegado al país en el Norte de África en el cual viviríamos por algunos años. Tuvimos allí experiencias enriquecedoras y verdaderamente hemos visto la gloria de Dios. En su gracia y misericordia Él nos permitió ser parte del establecimiento de su Reino y el crecimiento de su iglesia. En muchos aspectos crecimos allí, hemos aprendido a amar esa tierra y su gente. Tenemos allí después de doce años muy queridos amigos que son como nuestra familia. Dios ha sido muy bueno con nosotros.

«Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.» (Hch 13:3)

En estos días recordé de manera especial uno de los acontecimientos que vivimos a pocos meses de haber llegado allí. Teníamos aproximadamente seis meses viviendo en el país. Estábamos aprendiendo el idioma y aun apenas nos alcanzaba para comprar y comunicarnos básicamente con algún eventual amigo que con mucha paciencia se esforzaba en entendernos y en hacerse entender. Uno de esos días nos visitó en nuestra casa una familia amiga y con ellos una cristiana nativa del lugar, obrera del Señor. Era una de las primeras creyentes que conocíamos en el país. Pasamos un tiempo muy bonito. Almorzamos juntos y hablamos de cosas diversas conociéndonos. Ya se preparaban para irse y esta hermana nos dijo que antes de salir quería orar por nosotros. Si, dijimos. Buenísimo! Nos gustaría mucho. De esta manera nos paramos en la sala de la casa y ella en su natural árabe comenzó a orar por nosotros y a bendecirnos. Naturalmente nosotros entendimos muy poco de aquellas palabras que ella estaba hablando en su oración en favor nuestro. A decir verdad no entendimos casi nada… pero sentimos mucho! Esa oración fue para nosotros muy significativa, muy especial. Sentimos en ese momento algo tan fuerte! Era una oración muy similar a la que recibimos cuando fuimos encomendados a la obra, cuando nos estaban despidiendo y oraron por nosotros. Que hermosa sensación! Ahora nuestra hermana estaba orando por nosotros pero no para enviarnos, sino para recibirnos. Verdaderamente fue Una Oración de Bienvenida. Recibimos palabras de bendición. No olvidaré más ese tan precioso momento! Pasaron algunos meses hasta que volvimos a encontrarnos con esta misma hermana, una vez más le agradecimos por aquella oración y tratamos de explicarle lo significativa que había sido para nosotros. Ella también nos compartió que en aquel día había sentido algo especial por nosotros y que nos decía que Dios nos había traído para un ministerio especial y que íbamos a ser bendecidos y seriamos de bendición a muchos. A Dios nuestro Señor sea toda la gloria!

«…y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.» (Hch 10:33)

Pasaron casi doce años de aquella preciosa experiencia. Hoy estamos en otro país, pasamos del Norte de África a Medio Oriente. Aproximadamente ocho meses llevamos en el país, otra vez estudiando, acomodando el idioma que tiene diferencias considerables. Vamos despacio, tratando de dar pasos cortos pero firmes. Estamos conociendo cosas del lugar, sus costumbres y tradiciones, formas de relacionarse, etc. También vamos haciendo relaciones, conociendo gente, buscando nuestro lugar de servicio.

Ocupado en estas cosas, conocimos un pequeño grupo de jóvenes nacionales muy preciosos. Nos ha impactado la clara visión acerca del Reino de Dios que tienen, con un espíritu de renovación y un ministerio enfocado a la extensión. Pero aún más la humildad con la que se mueven. Nos sentimos aceptados y respetados por ellos. Empezamos a relacionarnos, ya hemos compartido algunas veces en sus reuniones. Nos vamos conociendo y estamos acercándonos cada vez más, tratando de discernir como podemos servir juntos.

«Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.» (Jn 13:5)

Así pues, estábamos compartiendo una de sus reuniones. Buen tiempo de comunión, mucha libertad en el espíritu, oraciones y buena adoración, de igual manera la Palabra que fue compartida. Pensé que sería un día normal, uno más en este proceso. Pero fui sorprendido! De repente, cuando parecía que la reunión estaba llegando a su fin, uno de los líderes dijo que quería orar por mí, y un viaje a otros dos países cercanos que estaba programando para los próximos días. Me pidieron que acercara mi silla más o menos al centro de todos y que me sentara allí. Mientras el hermano seguía hablando explicando lo que iba a hacer, veo aparecer una de las chicas con una palangana con agua y una toalla… Los dos líderes del grupo iban a lavarme los pies, en clara señal de humildad y disposición a servirme. Quedé estupefacto. No sabía qué hacer, no supe que decir. Pensé, yo vine a servirlos a ustedes y ustedes me sirven a mí… Qué momento! Pensé, soy yo quien tiene que lavarles los pies a ustedes. También internamente tuve la misma reacción que tuvo el apóstol Pedro aquella vez que Jesús fue a lavarle los pies y dijo: «Señor, ¿tú me lavas los pies? … No me lavarás los pies jamás.» (Jn 13:6,8). Pero al mismo tiempo recordé la respuesta de Jesús: «Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo» (Jn 13:8). Pensé: amen Señor, que sea como tú quieras. Todo eso lo viví en pocos segundos que se hicieron eternos. En ese momento me deje caer en las manos del Señor, me relaje en su presencia. Mi orgullo se desplomó y fui quebrantado por el Señor, mientras los dos hermanos lavaban mis pies, a la vez que el resto de los hermanos imponían sus manos sobre mí. Seguidamente uno de ellos oró por mí con palabras de bendición profética. Qué momento! Me sentí arrodillado a los pies de la cruz del Señor.

Recordé aquella experiencia vivida hace casi 12 años, aquella Oración de Bienvenida. Sentí que estaba viviendo otra vez aquel recibimiento. Una vez más Dios se encargó de enviarnos alguien para recibirnos en la nueva tierra. La diferencia, aquella vez fue un recibimiento al país concretamente. Ahora no solo es de recibimiento al país donde nos establecimos, la oración de alguna manera también fue una encomendación, ya que oraron por mi próximo viaje a dos países de la región. De esta manera lo que sentí en el espíritu es que fue una oración de Bienvenida a este país en concreto y a la región, ya que desde aquí te extenderás más allá de las fronteras. A Dios nuestro Señor y solo a Él sea toda la gloria!!!

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0 comentarios en «Una Oración de Bienvenida»

  1. El libro de los hechos sigue adelante con todos sus protagonistas claro con nombres y personas diferentes pero el Espíritu Santo sigue obrando solo tenemos que ser sensibles y dejarnos llevar por El. Que bendición esta experiencia que tuvieron. Dios les siga usando.

  2. El Señor no deja de sorprendernos, a El sea la gloria y la honra. Hermanos amados oramos por uds. que el Señor los siga guardando, cuidando, sustentando como hasta ahora, veo en sus actitudes el reflejo de Jesús! Bendiciones!!!

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