Dios quería enseñarme sobre la necesidad de estar enamorados de Cristo. De esta manera el Espíritu Santo comenzó a inquietarme diciéndome: «Enamórate más de mi». Al principio pensé: «Si, bueno, quizás tengo que mejorar mi relación personal con Dios». Pero el Espíritu quería enseñarme algo más que mejorar mi tiempo devocional. Él me estaba diciendo que estaba anhelando tener una relación más intima, personal y profunda conmigo, simplemente porque Él es Dios amoroso y nos anhela celosamente (Stg 4.5).
Cuando una persona está enamorada se le nota. Se refleja en su rostro, en sus ojos, en sus expresiones, y es como si no tuviera otro tema de conversación, sólo habla las maravillas de su Amado, lo precioso que Él es, ¡cuán bueno, delicado, amoroso, cuan dulce es!
«Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento. Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; veamos si brotan las vides, si están en cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores» (Cnt 7.10-12)
Que no se enfríe tu amor

En esos mismos días el Amado me convencía por medio de sus palabras. En Mateo 24 el Señor nos advierte de las señales antes del fin, habla de guerras, enfermedades, catástrofes naturales, dice que muchos falsos profetas se levantarán, etc. Y en este contexto en los vv. 12-13 nos hace una gran advertencia:
«Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.» (Mt 24.12-13)
De esta manera el Señor nos hace un llamado de atención, nos advierte que muy fácilmente podemos caer en la frialdad. No estamos exentos de esta trampa. Fundamentalmente, nuestra relación con Dios es una relación de amor y debe ser cuidada y alimentada cada día. Debemos cuidarnos de no caer en el costumbrismo y la rutina en nuestro tiempo diario con Él. No podemos descuidarnos. Debemos permanecer en el fervor de nuestra relación amorosa con nuestro Amado ¡Dios es amor!
No dejes tu primer amor
También en esos días el Espíritu Santo me hacia una advertencia más fuerte aún. En el mensaje del Señor a la iglesia en Éfeso, revelado al apóstol Juan, vemos como a pesar de ser muy activos en la obra y por muy buenos obreros del Señor que seamos, podemos perder lo más importante que es el primer amor.
La iglesia en Éfeso era digna de imitar. Una iglesia modelo. Solo basta con leer la carta del apóstol Pablo a ella para ver cuán rica era, espiritualmente hablando ¡Cuánta gracia de Dios y cuánta revelación acerca de cosas eternas y profundas! Hay revelación de los misterios que estaban ocultos desde antes de la fundación del mundo. Recibe por revelación del Espíritu Santo las riquezas de los planes de Dios y su estrategia para alcanzarlos. Se puede ver en ella una iglesia madura, estable, rica, moviéndose en los dones. Juntamente con esta carta del Señor a ella, en la Revelación de Apocalipsis, vemos que es una iglesia probada y aprobada, incansablemente trabajadora, esforzada. Recta, santa, apartada del mal. Sufrida y paciente. Es la iglesia a la que personalmente quisiera pertenecer, es la iglesia en la que desearía ser un colaborador de Dios para su formación.
Cuánta ilusión me hace poder escuchar este testimonio de parte del Señor hacia mi vida y hacia la iglesia en la que estoy trabajando.
«Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado» (Ap 2.2-3)

¡Qué bendición! ¡Cuán dulces suenan estas palabras a mis oídos! ¡Qué testimonio! Puedo imaginarme a Jesús a la diestra del Padre, regocijándose por su iglesia. Pensando: esta es mi iglesia amada, en la que tengo complacencia.
Pero tengo contra ti
Pero todo no termina aquí. Hay un pero. Y muy a pesar de todo esto, el Señor se detiene aquí en su mensaje y expresa que no todo anda bien. Hay algo muy importante, vital, fundamental que está faltando. Esta falta hace que todo lo demás quede sin valor delante de Dios. Es lo primero, lo más valioso, es la esencia de nuestra relación con Él, si esto no está, no hay nada. Por eso, el Señor se detiene y dice: «Todo esto está bien, es muy bonito, es necesario e importante, pero tengo contra ti» -esta frase revela la gravead del asunto-, «Pero tengo contra ti». No es algo de segundo grado, es de suma importancia.
«Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor» (Ap 2.4)

Todo lo demás que podamos hacer para el Señor queda sin valor si no permanecemos en el primer amor. Muchas cosas podemos hacer y podemos estar involucrados en quien sabe cuántas actividades eclesiásticas y misioneras, pero si no permanecemos en el primer amor todo lo demás es hojarasca y heno que serán quemadas. Entonces, sin dejar de involucrarnos en las actividades de la obra de Dios, debemos cuidar sobre todas las cosas nuestra relación de amor con el Señor, y debemos permanecer enamorados como el primer día.
¿Me amas?
«Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.» (Jn 21.15-17)
El Señor tres veces le preguntó a Pedro: « ¿me amas?», y una de esas veces la pregunta fue más allá, le dijo: « ¿me amas más que éstos?» Dios quiere provocarnos a una relación de amor mucho más profunda.
Midiendo el Corazón
Una manera de medir nuestro amor por Dios, es escuchar de qué hablo durante todo el día y todos los días, Mateo 12.34 dice: «Porque de la abundancia del corazón habla la boca.»
Debemos permanecer enamorados de Jesús
«Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, Que le hagáis saber que estoy enferma de amor.» (Cnt 5.8)
El principal mandamiento
«Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.» (Mr 12.30)

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