Pedro lleno del Espíritu Santo, por primera vez, se pone en pié delante de la multitud para proclamar el Evangelio del Reino de Dios. Habiéndolo hecho con gran poder y unción, los oyentes quedaron atónitos ante semejante verdad expuesta con tanta sencillez, por lo cual compungidos de corazón dijeron: varones hermanos ¿qué haremos? La respuesta no se dejó esperar y llegó de la misma boca del apóstol. Lo que expresa a continuación sería lo que damos en llamar la entrada al Reino de Dios.
«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.» (Hch 2.38)
De esta manera tenemos aquí las tres llaves que abren la puerta de entrada al Reino de los cielos: Arrepentimiento, bautismo en agua y bautismo del Espíritu Santo.
Arrepentimiento
Las Buenas Nuevas de paz y salvación traídas en la persona de Jesucristo, nos hablan de la restauración del Reino de Dios en toda la creación. Esta ha sido la proclama exclusiva de nuestro Señor encarnado. En todo tiempo y a toda persona exhortaba al arrepentimiento para acceder a este reino.
«Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.» (Mt 4.17)
«Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.» (Mr 1.14-15)
«Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido» (Mr 11.20)
De estos y otros muchos pasajes destacamos en la predicación de Jesucristo siempre concluía con un llamado al arrepentimiento. De aquí que el arrepentimiento es un de las llaves que nos abren la puerta de entrada al Reino de Dios.
Bautismo en Agua
¡Cuánto hemos distorsionado el mensaje y la vida del Evangelio! Mucho de nuestras predicaciones y prácticas actuales nada tienen que ver con lo establecido por el Señor en los Evangelios. Entre ellas, las enseñanzas del bautismo. En la iglesia primitiva las personas eran bautizadas el mismo día de reconocimiento y entrega a Jesucristo como Señor de sus vidas.
«Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.» (Hch 8.12)
«Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.» (Hch 2.41)
«Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y enseguida se bautizó él con todos los suyos.» (Hch 16.33)
Entre otros muchos pasajes aquí aprendemos que el bautismo es un acto espiritual concreto que significa muerte y resurrección para nueva vida (Ro 6.3-4). Y como hemos mencionado es parte fundamental para la entrada al Reino de Dios.
Bautismo en el Espíritu Santo
«Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.» (Hch 8.17)
Ser llenos del Espíritu Santo, era otra de las cosas que a menudo ocurrían el mismo día de conversión a Jesucristo como Señor de sus vidas.
«Les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo...» (Hch 19.2)
«Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.» (Hch 19.6)
El Señor Jesús nos enseñó esto cuando expresó que es necesario nacer de nuevo mediante el agua y el Espíritu.
«Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Jn 3.3)
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.» (Jn 3.5)
Los apóstoles lo predican de esta manera
Todos estos pasajes, nos muestran cómo los apóstoles cuidaban de manera especial que las personas recibieran el Evangelio con las instrucciones completas. Las personas eran dirigidas al Arrepentimiento, Bautismo y Bautismo en el Espíritu Santo.
«Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.» (Hch 9.17-18)
«Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.» (Hch 10.44-48)
Pues entonces, la conversión o nuevo nacimiento está compuesto por la triple experiencia del Arrepentimiento, el Bautismo en agua y Bautismo en el Espíritu Santo.
«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.» (Hch 2.38)

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