
Hacer Discípulos – 7
«Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén…» (Hch 6:7)
Nunca la voluntad de Dios es que seamos un pequeño pueblo muy feliz, como expresaba un antiguo cántico evangélico. Mas bien, la voluntad de Dios desde la creación es que fructifiquemos y que nos multipliquemos (Gn 1:28-29; 9:1).
El proyecto de Dios desde antes de la fundación del mundo es que Su Hijo sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8:29).
La expectativa y la promesa de Dios es que la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Dios como las aguas cubren la mar (Hab 2:14).
Pues de esta manera, con esta perspectiva divina, y como ya lo hemos visto cantidad de veces en los mandamientos, el hacer discípulos no es una opción, antes bien es la estrategia establecida por el Señor para el cumplimiento de su propósito de tener una gran familia de muchos hijos iguales a Jesucristo. El hacer discípulos, mediante la proclama (Kerigma) del Reino de Dios y la enseñanza (Didaké) de Jesucristo y los apóstoles, es la herramienta para que el plan de Dios sea cumplido. El hacer discípulos, y no otra cosa, es la Misión exclusiva de la iglesia. Pues de esta manera, los discípulos que son discípulos hacen discípulos. Este es el principio de la multiplicación.
«Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.» (2 Tim 2:2)
Llevar Fruto: reproducción, multiplicación
«Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca;» (Juan 15:16)
Con esta perspectiva bíblica toma verdadera luz el pasaje de Juan capítulo 15. Una vez hecha la presentación de los actores (Vs. 1), Jesús es la vid verdadera, el Padre el labrador, y nosotros los pámpanos. Declara que Él nos ha puesto para que vayamos y llevemos fruto. Como pámpanos nuestra única función es llevar fruto. O mejor dicho, como discípulos de Jesucristo debemos llevar fruto. Ahora, qué tipo de fruto se supone que debemos llevar? Algunos aseveran que se refiere al fruto del Espíritu revelado en Gálatas 5:22, sin embargo el fruto del Espíritu es el fruto del Espíritu Santo que se manifiesta en la vida del discípulo. Y se nos manda a nosotros que andemos en el Espíritu, es decir que dejemos que Él gobierne en nosotros para que se manifieste su fruto. Sí, debemos andar en el Espíritu, y sí, debemos procurar que el fruto del Espíritu se manifieste en nuestras vidas, pero en Juan 15:16 no es a esto a lo que se refiere.
El Señor está diciendo «os he puesto para que vayáis y llevéis fruto». Que es lo mismo que decir: Id y haced discípulos. Debemos ir y llevar fruto, es decir, hacer discípulos. Pues, el fruto de un manzano es manzanas, el fruto de un olivo son aceitunas y el fruto de un discípulo son más discípulos. El fruto no es lo que se recibe, sino lo que se da. El fruto de un discípulo es lo que se obtiene “Yendo”: «que vayáis y llevéis fruto» (Jn 15:16).
Permanecer…
La condición para llevar verdadero fruto es permanecer en Cristo (Jn 15:4-5). También declara que si permanecemos en Cristo, llevaremos «mucho fruto».
«El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto;» (Jn 15:5)
Pues, entonces, si somos obedientes al mandamiento de nuestro Señor Jesucristo, vamos a hacer discípulos, o sea, llevaremos fruto y mucho fruto, para la gloria del Padre en los cielos. Y junto con esto se manifiesta aquí que el llevar fruto es una consecuencia de ser discípulos. Dicho de otra manera, si somos discípulos llevaremos fruto.
«En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.» (Jn 15:8)
El llevar fruto tampoco es meramente, lograr que la gente se “convierta”. No es simplemente preguntarse, -Cuántos has ganado para Cristo? Pues, la obra completa es que «vuestro fruto permanezca». Lo que significa que debemos enseñarles a vivir en el Reino, y de esta forma que permanezcan en Cristo, llevando fruto.
«No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.» (Juan 15:16)
Nuestra función como pámpanos es llevar fruto. La misión es hacer discípulos.
Más sobre Multiplicación
Dios bendijo a Abraham «diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.» (He 6:14). Como sabemos, nosotros somos herederos de las promesas dadas a Abraham. A decir verdad es el Señor quien nos multiplica si somos obedientes yendo…
Lo mismo ocurre con Jacob, quien hereda la promesa dada a Abraham. «También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos.» (Gn 35:11).
Finalmente, Dios coloca esta palabra en la lista de bendiciones que recibiremos como consecuencia de la obediencia.
«Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros.» (Lv 26:9)
Pues, entonces, a ser obedientes y a llevar fruto haciendo discípulos para que el Padre sea glorificado. De esta manera fructificamos y nos multiplicamos.
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