Emulando el comienzo de la célebre obra de Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, quiero relatarles esta historia actual y real. La que personalmente tuve el privilegio de participar en parte de ella. Pues entonces…
En un lugar del Norte de África, cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un joven piadoso, de familia musulmana y temeroso de Dios. Corrían los años ochenta y este joven con apenas poco más de 20 años de edad vivía de manera normal en su ciudad como cualquier otro de su generación. Con preguntas, inquietudes y expectativas hacia su futuro. Es entonces cuando por esas cosas del destino se conoce con un extranjero que estaba en su ciudad por trabajo. Este hombre extranjero era un cristiano comprometido, quien daba testimonio con su vida y con la palabra. Fue así que poco a poco fue compartiéndole acerca de Jesucristo. Y este joven, de quien podemos decir que es un hidalgo por su ánimo generoso y noble, poco tiempo después estaba reconociendo al Señor en su vida. Tuvo una experiencia preciosa y genuina. Verdaderamente experimentó un nuevo nacimiento y su vida comenzó a ser transformada. A Dios sea la gloria!
Pero… una vez más, por esas cosas del destino, este hombre cristiano y extranjero, seguramente también por causa de su trabajo, casi repentinamente debe abandonar la ciudad y el país, donde vivía nuestro joven hidalgo. No dio tiempo ni siquiera a que nuestro quijote conociera a otros creyentes de su misma condición. Ni coterráneos, ni extranjeros. Solo quedó, con su nueva fe y un poco de conocimiento de este Dios sublime y verdadero que había conocido. Seguramente, una de las pocas cosas que le quedaba era una Biblia, para por medio de ella seguir creciendo en el conocimiento de Aquel que lo salvó. Muy probablemente, le quedaba también el sentimiento de que era el único cristiano en un país de una mayoría islámica. Un sentimiento real que se repite en tantos otros, en países donde es prohibido dejar el islam y convertirse en un seguidor de Jesucristo. De esta manera, con su nueva experiencia, su nueva fe y nueva vida, aunque también con su soledad, comienza a pasar el tiempo. Pasan los meses y pasan los años, y él creyéndose el único entre quien sabe cuántos millones de habitantes. Pero mantiene su Biblia, y así puede seguir conociendo y aprendiendo acerca del Dios verdadero. Y pasan los años. Uno, dos, cinco, diez… quince… veinte años…!
Ya en tiempos actuales, luego de veinticuatro años de aquella primera experiencia, nuestro quijote cuenta con unos cuarenta y tantos años de edad. Uno de esos días, con su inquietud en crecimiento y un fuerte deseo de conocer más sobre el Dios que se acercó a él, comienza a indagar en internet acerca de Cristo y el cristianismo. Buscando en sitios web cristianos en árabe, llega a uno de ellos e ingresa sus datos pidiendo más información. Al poco tiempo recibe una comunicación y posteriormente una visita. Para su asombro y alegría era un coterráneo, hablaba su mismo idioma y era un comprometido seguidor de Jesucristo.
Poco tiempo después nuestro hidalgo participa de un encuentro, donde tiene la oportunidad de conocer a otros como él. Ahora tenía comunión con otros hermanos en Cristo. Experimentaba por primera vez la adoración espiritual en compañía de otros, podía participar de la enseñanza y más. Se programó para esos días tener bautismos, así que él junto a otros cuatro hermanos pasaron de muerte a vida por las aguas del bautismo, los cuales fueron realizados en el mar. La fiesta fue grande, en los cielos pero también en la tierra. En aquella hora, nuestro amigo nos daba testimonio recordando sus vivencias desde hacía 25 años. Deseaba el bautismo más que cualquier otra cosa. Que precioso momento pudimos vivir junto a él. Apretando y batiendo sus puños, levantando las manos al cielo daba gritos de júbilo diciendo: «Hace 25 años que estoy esperando este momento y hoy ha llegado… Gloria a Dios!!!»
Al momento de ser bautizado gritaba repetidas veces, con emoción: «me fortalezco en mi Señor Jesucristo». Y al salir de las aguas, llorando se abrazaba apretando fuertemente a cada uno de los que tuvimos el privilegio de estar allí.
Verdaderamente un hidalgo, de ánimo generoso y noble. Que ha permanecido fiel en el tiempo a pesar de la soledad. Pero hoy, luego de 25 años comienza una nueva vida. Emocionado por todo lo vivido en estas últimas horas nos pedía oración por su esposa, deseaba compartir con ella todas estas bendiciones.
Alguien puede dudar que Dios tiene propósitos especiales con nuestro querido hermano? Oremos por él y su familia. Que el Señor complete su obra en él y lo levante como un obrero aprobado.
A Dios nuestro Señor y a Jesucristo sea toda la gloria!