Saltar al contenido

Reestructurando la iglesia

Des-estructurando la Estructura 

En la actualidad y desde hace siglos la iglesia está atada a estructuras humanas, religiosas y organizacionales. Estas, en lugar de ayudar entorpecen la obra de Dios. Esto motiva a muchos de nosotros a expresar rápidamente que es necesario des-estructurar la iglesia, o que la iglesia debe salir de toda estructura. Para ser sinceros y objetivos, debemos decir que esto es parte de la verdad, pero no es toda la realidad. Pues, la iglesia debe salir de la estructura religiosa actual y someterse a la estructura bíblica, dispuesta por Dios. Reflejada y revelada por el Espíritu Santo, en los escritos bíblicos del Nuevo Testamento. Debemos decir que de ninguna manera esta es una estructura administrativa, ni mucho menos burocrática. No es una estructura rígida y estática, sino carismática y dinámica. Reestructurando la iglesia.

Reestructurando la iglesia

La estructura de la iglesia es como un andamiaje que se utiliza de manera tal que permite, facilita y de alguna manera potencia la edificación, la vida y el desarrollo de la iglesia. Por lo cual, hay un momento donde ese andamiaje debe ser retirado o movido de lugar para que no entorpezca la continuación de la obra. Algunas veces la estructura es tan grande y tan rígida, con un carácter tan fuerte, que se torna en lo más importante y todo lo demás pasa a segundo plano. En muchos otros casos la estructura toma tal protagonismo que es necesario crear programas para alimentarla y sostenerla. Todo pasa alrededor de ella. 

Es necesario seguir reestructurando la iglesia. Rever estas cosas en cada congregación, para alcanzar una funcionalidad óptima y para estar dentro de los planes establecidos por el Edificador de la iglesia, Jesucristo. 

¿Quién es el edificador?

En realidad, esto último es lo primero que debemos cambiar. Jesús dijo «yo edificaré mi iglesia» (Mt 16.18) y también las Escrituras revelan que nosotros somos «colaboradores de Dios» (1 Co 3.9). Pero en la práctica muchas veces tenemos esto al revés; nosotros pretendemos ser los edificadores y le pedimos a Dios que nos ayude, que bendiga nuestros planes y programas eclesiásticos. 

Ocasionalmente contamos con una iglesia estructurada de forma empresarial, humanista y verticalista. Y otras veces, también piramidal, rígida, con líderes inaccesibles e intocables, al grado de ser casi venerados por sus adeptos. Una estructura basada y centrada en los hombres.

En muchos casos, la estructura la componen la liturgia, el activismo y los programas. Basados en un centro-templismo excesivo. Donde la iglesia únicamente pasa por sus actividades centralizadas en el salón, muchas veces venerado, como «casa de Dios” o “santuario».  

En ciertas ocasiones, hemos recibido luz del Señor y tenemos el principio de la revelación, pero en la práctica cuesta muchísimo hacer los cambios necesarios. La estructura es tan fuerte que se torna extremadamente difícil hacer los ajustes. Estos cambios no podemos hacerlo con nuestra fuerza humana, ni con programas, porque otra vez estaríamos cayendo en estructuras que no convienen. 

Reestructurando la iglesia

Por esta causa, hoy más que nunca necesitamos la unción del Señor, su gracia y su sabiduría para poder hacer los cambios necesarios hacia una restauración de la iglesia. Como lo expresa el profeta Isaías, necesitamos que esta pesada carga sea quitada de nosotros, y que el yugo se pudra con la unción. 

«Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción.» (Is 10.27)

Deja un comentario

es_ESES_ES
%d