"Nuestra responsabilidad en la iglesia" es la segunda parte, continuación de "Relaciones y Funcionalidad en el Cuerpo".
Todos somos responsables
Hay una vida espiritual que vivimos individualmente cada uno en su relación con el Señor. Pero también hay una espiritualidad que vivimos de a dos, o tres hermanos juntos, con los que estamos relacionados en una coyuntura, con los que estamos unidos. Y luego hay una vida espiritual en la que también participamos con otras coyunturas, otras relaciones lo que sería bíblicamente la iglesia en las casas. Formada por varias coyunturas, por varias relaciones.
Entonces necesitamos tener en primer lugar esta conciencia: la iglesia no es reuniones, la iglesia no es una organización, la Iglesia es un organismo vivo, la iglesia tiene vida, la iglesia no es estática y la iglesia es activa, la iglesia está en movimiento, porque tiene vida. Moviéndose y cumpliendo el propósito eterno de Dios que Él estableció.
Nosotros somos responsables de que el mundo pueda conocer de los propósitos de Dios. Que pueda conocer el amor de Dios, el plan de Dios. Nosotros somos responsables del regreso del Señor Jesús como Él prometió. Porque también dice la Escritura que Él no tarda su venida sino que tiene paciencia para con nosotros (2 P 3.9). Entonces, en la medida que nosotros nos unamos más y crezcamos en lo que Dios quiere, podemos acelerar el regreso del Señor Jesús.
Iglesia es convivencia
Necesitamos tener esta conciencia clara de lo que Dios quiere para nosotros como cuerpo. No hacemos reuniones, la vida de la iglesia no está en la reuniones. El encuentro que tenemos como iglesia es para compartir unos a otros lo que estamos viviendo, para ser edificados unos a otros, con otras coyunturas. Es para rendirle culto de agradecimiento al Señor, es para ser edificados con la palabra y con la comunión.
En Hechos 2.42 dice que la iglesia del primer tiempo en Jerusalén, perseveraba cada día en la doctrina de los apóstoles, o sea la enseñanza, en los mandamientos de los apóstoles; en la comunión unos con otros, el estar juntos, para ser edificados, eso es comunión; también en el partimiento del pan, esto significa recordando la muerte de Cristo cada vez que sea posible; y en las oraciones. La iglesia «perseveraban en la doctrina los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hch 2.42). De esta manera la iglesia vivía, convivía. Y así debe ser, convivir juntos, no es tener reuniones, nos juntamos para celebrar a Cristo, para orar, para participar del pan, nos juntamos para ser edificados con los mandamientos del Señor.
Cada discípulo tiene algo del Señor
El Señor nos deja a través del Espíritu Santo, en Primera de Corintios 14.26, una idea, un pequeño modelo, de cómo deben ser nuestros encuentros como iglesia. Primera de Corintios capitulo 12 habla acerca del cuerpo, de los dones; y luego en el capítulo 14 sigue hablando acerca de los dones, principalmente de hablar en lenguas y las profecías.
«¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.» (1 Co 14.26)
El Señor nos está diciendo: «cada uno de vosotros tiene». Esto no significa que cada uno prepare algo para compartir en la reunión. Si no, cada uno lo que tiene, trae. No prepara para la reunión, no lee algo para ver qué puede compartir con los hermanos. No, lo que tiene trae. Alguno de nosotros tiene salmo, tiene alabanza, tiene gratitud, eso trae y comparte. Otro tiene doctrina, enseñanza, tiene mandamientos, eso trae y comparte. Otro tiene lenguas, entonces con libertad expresa y deja fluir las lenguas. Y otro tiene revelación, entonces también trae esa revelación, comparte con el cuerpo con los que estamos juntos. Otro tiene interpretación, de la lengua anterior, de algún sueño, de alguna visión. Cada uno lo que tiene trae y comparte. Si algún día alguno de nosotros no tiene nada, no pasa nada, no hay que forzar nada. Pero quien tenga debe procurar traer, porque dice: «Hágase todo para edificación.»
Conscientes de ser iglesia
Lo importante es tener una clara conciencia de qué es la iglesia, cómo funciona la iglesia, cómo vive la iglesia, cómo se desarrolla y cómo es edificada la iglesia.
Entonces es necesario, por mi propia vida que yo tenga algo para compartir, porque necesito crecer espiritualmente, necesito una espiritualidad para crecer a la imagen de Cristo. Para conocerle más a Él. Si estoy tratando de vivir y de crecer cada día a la imagen de Cristo, algo tengo. Algo Dios me ha dado. Dios es un Dios vivo, real, nos habla, nos enseña, nos ministra. Si soy un hijo de Dios, verdaderamente he nacido de nuevo, soy un discípulo de Jesucristo que estoy negándome a mí mismo cada día, tomando mi cruz para seguirle, algo tengo. Dios me habla, me ministra, me enseña, me guía. Dios me hace vivir experiencias, en intimidad personal, en experiencias con otras personas, entonces algo tengo.
Es importante que todos compartan
No hay miembros más importantes, todos somos iguales delante de Dios, algunos tienen funciones diferentes pero esto no significa que sean más importantes. Es fundamental que todos los miembros en el cuerpo funcionen. Todos tenemos una función. Todos tenemos dones. El Señor repartió dones en el cuerpo. Tenemos talentos que son puestos al servicio del Señor, de su reino, de la iglesia. Cada uno de nosotros debe saber que la iglesia no crece si cada uno no da su parte. Necesitamos la función de cada uno de los miembros. Necesitamos saber que es importante lo que cada uno comparta. Lo que tenga: tiene oración, comparte oración; gratitud, alabanza, comparto una alabanza; tiene enseñanza, tiene una palabra, una revelación, lo que tiene lo comparte. Porque es para edificación del cuerpo de Cristo.
Nadie piense para sí mismo: no, yo no sé hablar, yo no sé expresar, yo no no tengo mucho conocimiento. Lo que tengas en sencillez. Es necesario, lo necesitamos, yo lo necesito, el cuerpo lo necesita, Dios lo necesita. El Señor no quiere que en su cuerpo haya miembros que no funcionen, no quiere que haya miembros discapacitados. Todos tenemos que estar funcionando.
Cada uno llevando la carga de Cristo
Deseo que nos sea puesta esta carga por parte del Espíritu Santo a cada uno de nosotros. Y que podamos tener la conciencia de que es importante lo que cada uno comparta. O sea que cada uno piense de esta manera. Esto hará que sea conciso, que no se extienda tres horas hablando, ni que tampoco se calle la boca y nunca hable. Es importante porque hay que dar espacio y lugar a todos. Todos tienen algo para para dar al cuerpo, todos tienen algo para compartir.
Es mi anhelo que cada uno pueda tener esta conciencia. Y es mi oración que el Espíritu Santo nos ponga esta carga. Veamos:
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» (Mt 11.28-30)
Mi oración es que el Señor nos ponga esta carga a cada uno, que nos ponga este yugo. Y que nosotros asumamos esta responsabilidad. La iglesia no crece si yo no funciono, la iglesia no crece si yo no comparto lo que Él me da, la vida que Él me da, la palabra que Él me da, la enseñanza que me da, la experiencia que Él me da. Es importante que nadie diga: no, lo mío no sirve. Nadie diga: no, lo mío es poco. De lo poco que tengamos le sirve al Señor y al cuerpo.
Todos funcionando
Antes mencionamos el dedo pequeño del pie, que ya es pequeño. Y si decimos la uña del dedo pequeño del pie no es importante, que te la quiten a ver si no va a ser importante. Es súper importante. Cada miembro por más pequeño que sea, nadie diga porque soy la uña del dedo pequeño del pie no soy importante. Es tan importante como cualquier otro miembro del cuerpo.
Entonces a funcionar, a movilizarnos, a vivir como iglesia, a vivir como el cuerpo de Cristo que somos. Para que juntos crezcamos, para que juntos avancemos. Para que Cristo pueda tener complacencia en nosotros, como el Padre, pueda complacerse de nosotros. Cuando Jesús salía del agua del bautismo se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.» (Mt 3.17). Este es mi hijo amado por el cual estoy feliz, con el cual me siento muy orgulloso. Mi anhelo es que el Señor diga esas palabras sobre nosotros como su cuerpo.
Que podamos ser esa iglesia que nuestro Señor Jesucristo quiere tener. Esa iglesia que Él está formando. Una iglesia santa, gloriosa sin mancha ni arruga. ¿Estamos dispuestos? Espero que si.
El modelo de la iglesia primera
Los que hemos tenido alguna experiencia de Iglesia, por decirlo alguna manera, en los edificios; no tiene que ver con el edificio en sí, sino con el sistema que hay dentro del edificio. El edificio pobre no tiene culpa sino más bien el sistema de los edificios. Entonces los que hemos tenido una experiencia anterior de este tipo a veces nos cuesta un poco más encajar en estas verdades que el Señor nos va revelando, nos va mostrando y para eso necesitamos poder ver un poco más el modelo de la iglesia del primer tiempo en el libro de Hechos y ver cómo ellos vivían.
Dice que «tenían en común todas las cosas» (Hch 2.44), que «no había entre ellos ningún necesitado» (Hch 4.34). Algunos de ellos «vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno» (Hch 2.45), «lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad» (Hch 4.35). Una vida de iglesia muy diferente a lo que se vive normalmente en la mayoría de los edificios, el sistema actual de iglesia general, tradicional. La iglesia donde estaban los primeros apóstoles, que relata el libro de Hechos, era una iglesia que convivía. No hacían reuniones; no tenían reunión los domingos, el miércoles y el viernes. Sino que dice que convivían «todos los días en el templo y por las casas» (Hch 5.42), «comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2.46). Era una convivencia.
La iglesia es la familia de Dios, es el cuerpo del Señor, que caminan juntos a la par.
Unidad no es estar juntos

Hay una imagen que me gusta mucho, se ve un montón de ladrillos amontonados y dice que «Juntar no es construir». Unidad no es estar juntos, todos amontonados. Sino que cada uno tiene que estar en su lugar. Si nosotros juntamos un montón de ladrillos y los amontonamos todos, no podemos edificar una casa. Pero si cada ladrillo lo ponemos uno al lado del otro, luego otra fila uno encima del otro, podemos ir edificando una casa. No se trata solamente de estar juntos amontonados. Sino estar bien relacionados unos con otros. En un cuerpo ocurre lo mismo.
Hay una profecía en Ezequiel 37. Dice que había un valle de muchos huesos secos. El Señor ordena al profeta: ve y profetiza sobre los huesos. Y cuando profetiza, se juntan cada hueso con su hueso, luego viene carne y luego viene piel y se forma una persona. Esto es la iglesia. No es una bolsa de huesos, todos juntos, todos amontonados, todos metidos dentro de un saco. El cuerpo de Cristo, la iglesia, son miembros cada uno en su lugar, relacionados con otros miembros en su lugar. No es todos amontonados dentro de una bolsa. Entonces tenemos que tener esta conciencia bien clara. Ojalá el Señor nos revele estas enseñanzas.
El cuerpo se nutre a si mismo
«y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.» (Col 2.19)
El crecimiento no lo da un un pastor, un sacerdote, un líder, un anciano, un profeta. «El crecimiento lo da Dios» (1 Co 3.6) y el crecimiento lo da el Espíritu Santo a la iglesia. Y ¿de qué manera lo da? Otra vez, todo el cuerpo nutriéndose unos a otros. ¿Cómo se nutre? En la unidad. Bien unidos, unos con otros. ¿Cómo? A través de las coyunturas y los ligamentos. Estos van por encima de las coyunturas, que ayudan a unir. Entonces a través de las coyunturas y ligamentos bien unidos, todo el cuerpo se nutre y crece con el crecimiento que da Dios.
Mi oración es que el Señor nos ponga esta carga a cada uno de nosotros, en nuestro corazón por su Espíritu y que podamos comprender la importancia que cada uno tiene en el cuerpo de Cristo. Y la importancia que cada uno tiene de estar funcionando en el cuerpo de Cristo, para que todos crezcamos. Amén.
¿Cómo puedo participar en el crecimiento del cuerpo de Cristo?
Entonces recordemos estos pasajes de Efesios 4.16 y 1 Corintios 14.26, es necesario volver a revisarlos, volver a meditar sobre ellos y en oración preguntarle al Señor: ¿Cómo puedo bendecir a mis hermanos? ¿Cómo puedo aportar o qué puedo aportar a mis hermanos para la edificación de su cuerpo?
También podemos leer Primera de Corintios 12 que habla acerca del cuerpo, Efesios 4.11-16 que hemos visto. Igualmente podemos leer Romanos 12 que también habla del cuerpo. Y entonces que el Señor nos vaya revelando la importancia de tener esta conciencia clara de que somos el cuerpo de Cristo y que cada miembro debe estar funcionando para que todos crezcamos a su imagen en unidad. Amen.
Un pequeño miembro que no funcione trae discapacidad en el cuerpo, trae enfermedad al cuerpo. Entonces necesitamos por el amor del Señor poder funcionar, poder saber cuál es mi función en el cuerpo. Necesitamos por amor a la iglesia, por amor a mis hermanos, saber cuál es mi función y funcionar. Saber que no somos edificado escuchando mensajes, escuchando sermones, no somos edificados leyendo libros, somos edificados en una convivencia en una relación en una unidad los unos con los otros, ayudándonos mutuamente los unos a los otros. De esa manera somos edificados.
Este tema es continuación de:

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