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Nuestra Actitud Hacia la Palabra

La Palabra – 2

Hemos dicho que la Palabra de Dios y más específicamente Jesucristo que es la Palabra y la revelación de Dios, es el fundamento de nuestra fe y por consiguiente de nuestra vida, entonces veamos cuál debe ser nuestra actitud hacia la Palabra.

Escudriñar las Escrituras         

«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.» (2 Ti 2.15)

Para esto es necesario conocer bien la Palabra de Dios, sus proclamas y mandamientos. Deberíamos ser sabios y detenernos a escudriñar las Escrituras con temor delante de Dios. No deberíamos dar por correcto ninguna doctrina sin antes escudriñar las Escrituras. Con actitud de siervos, siendo buenos discípulos.

Si somos discípulos de Jesucristo, Él es el Señor, y su palabra nos rige. Pues entonces, con sabiduría y sin preconceptos debemos escudriñar las Escrituras con solicitud, a lo largo y a lo ancho para constatar la voluntad expresa de Dios. 

Debemos ser como los discípulos de Berea que recibiendo la palabra escudriñaban las Escrituras para constatar la veracidad de lo recibido.

«Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.»  (Hch 17.10-11)    

La Importancia de la Repetición

Una vez enseñado todo el consejo de Dios, no hay que inventar más nada. De la misma manera que lo hacia el apóstol Pedro debemos seguir con las mismas enseñanzas. Decía, aunque vosotros las sepáis y estéis confirmados en la verdad, no dejaré de recordaros siempre esas cosas. Aun más, dice que procurará con diligencia que recordemos todas estas cosas aun después de su partida. Cuánta insistencia!

«Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas  (2 Pe 1.12-15)

También el apóstol Pablo insiste en escribir las mismas cosas alegando que no le es molestia hacerlo y que además para nosotros es seguro.

«A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro.»  (Fil 3.1)

Entonces, como iglesia debemos predicar y enseñar la totalidad de lo que Cristo y los apóstoles nos legaron. Sin modificaciones, disminuciones ni agregados. Y luego, no tengamos pena de repetir las mismas cosas porque esto es bueno y nos ayuda a permanecer en la sana doctrina.

Memorizar la Palabra

El Señor también nos enseña que hemos de memorizar su Palabra:

«en mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti.»  (Sal 119.11)

¿Cómo podremos guardar los dichos del Señor en nuestro corazón si no los memorizamos? También el Apóstol Pablo nos exhorta:

«La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros»  (Col 3.16)

Ya desde la antigüedad el Espíritu por medio de sus siervos animaba a esta misma práctica.

«Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.»  (Dt 6.6-7)
«Hijo mío, guarda mis razones, Y atesora contigo mis mandamientos.»  (Pr 7.1)
«Y tu corazón guarde mis mandamientos»  (Pr 3.1)

De hecho, desde tiempos de los patriarcas, los profetas y también en tiempos de la iglesia primitiva, cuando aun no se había inventado la imprenta, existían unos pocos manuscritos que daban vueltas por ahí. Al principio escritos en piedras y luego en rollos de papiro… La única forma de aprendizaje era a través de la memorización de las enseñanzas que iban de boca en boca, aprendidas por repeticiones, y regresando a escudriñar las Escrituras originales cuando existía la oportunidad.

Pues, entonces, sigamos haciéndolo de esta manera. Es el método enseñado por el Espíritu desde todos los tiempos. Entonces nuestra actitud hacia la Palabra debe ser…

Escudriñar, memorizar y repetir

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