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Jesucristo es el Señor

La conclusión de la predica del evangelio del reino de Dios es que Jesucristo es el Señor. Esto lo vemos a lo largo del Nuevo Testamento. Y tal como lo hemos compartido también anteriormente en ¿Qué es el reino de Dios? .

«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.»  (Fl 2.5-11)

Kyrios = Señor

La palabra Señor se traduce de su original en griego Kyrios. Esta aparece en el nuevo Testamento 600 veces en contraste con la palabra griega Soter que significa Salvador y aparece solamente 16 veces.

Definición:

Señor, Dueño, Amo, Soberano. Máxima autoridad. Jefe supremo. El que gobierna. Alguien que tiene y controla tierras y propiedades, como así también esclavos. Alguien que ejerce autoridad sobre. Antiguamente el Emperador, el Cesar era kyrios, dueño absoluto de todo bien e incluso personas de su reino. Este en contraste a algunos reyes de a actualidad, reinaba y gobernaba.

«…que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.»  (Lc 2.11)

Condición para ser Salvos

Hay un beneficio y una condición. El beneficio es la salvación. La condición es reconocer a Jesucristo como el Señor, la máxima autoridad, el que gobierna totalmente y decide desde ahora sobre mi vida.

«Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.»  (Ro 10.8-9)
«¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?»  (Lc 6.46)

No el que me dice Señor, sino el que vive bajo mi señorío

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.»  (Mt 7.21-23)

Los que son como niños

«En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.»  (Mt 18.1-3)

El ser como niños en cuanto a su fe, confianza y seguridad. Sujetándose por completo bajo la autoridad de Jesucristo. En cuanto a la humildad, la  sencillez y la obediencia. No sabios y entendidos que todo lo controlan y todo lo cuestionan.

Frutos del reino

«Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él.»  (Mt 21.43)

Si verdaderamente vives bajo el reino, si Jesucristo es el Señor de tu vida, se verán los frutos del gobierno de Dios en tu vida.

Predicando el Señorío de Jesucristo

¿Qué predicaban los apóstoles y la iglesia primitiva? ¿Cuál es el foco de nuestra predicación? ¿Predicamos la iglesia? ¿Predicamos una forma de vida? Jesús y los apóstoles predicaban el Evangelio del reino de Dios, predicaban el señorío de Jesucristo.

«Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.» ( 2 Co 4.5)
«Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.»  (Hch 2.36)
«Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.»  (Hch 28.30-31)
Una vista en la antigua ciudad de Éfeso

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