En el mundo cristiano, tanto evangélico, protestante, ortodoxo o católico, existen ciertas tradiciones que se dan por obvias normalidades, porque así lo han hecho siempre y una gran cantidad de iglesias lo practican. Pero si hiciéramos una revisión minuciosa de las Escrituras para constatar su veracidad bíblica, no encontraríamos respaldo para ellas. Algunas de estas prácticas, solo tienen ciertas connotaciones tradicionales o culturales. Por mencionar solo algunas de estas prácticas que consideramos que no son en absoluto indispensables u obligatorias para el reconocimiento de la iglesia en general: Número determinado de miembros. Formación académica formal de líderes, para ser reconocidos pastores. Existencia de templos o edificios especiales para la celebración de cultos. Afiliación a alguna denominación, o «iglesia madre». Nombre de la iglesia, etc.
Tradiciones humanas
«Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.» (Mr 7.8)
El hombre por naturaleza tiene necesidad de Dios, pues fue creado a su imagen y semejanza. Por esta causa muchas veces va detrás de experiencias espirituales, unos más otros menos, pero busca de alguna manera alimentar esa área desconocida. El hombre en su esencia es espíritu, alma y cuerpo. Naturalmente alimenta su cuerpo y también su alma, pero en cuestiones del espíritu es ignorante. Así es que emprende una marcha ritualista en busca de acallar ese hambre interior producido desde su pasivo y adormecido espíritu. Esto lo lleva a realizar todo tipo de rituales posibles. Como no conocen a Dios y gobernados por sus emociones e intelecto, los impulsa una sensación que se transforma en una necesidad de hacer cosas para agradar a Dios. Este es el caso del hombre natural, sin Dios.
Algunas de estas personas encontrando el Camino de la Verdad, entregan sus vidas a Jesucristo; pero siendo aun carnales y sin conocer a Dios, buscan hacer cosas para agradarlo, para ser aceptados, perdonados, amados, y no caer en el castigo de la ira divina. Estos fácilmente caen en rituales (ahora evangélicos), tradiciones y estructuras para ser buenos cristianos, y parecer de buen testimonio. Todavía pretenden ganarse el favor de Dios con esfuerzo humano.
«Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?» (Col 2.20-22)

El hombre natural, separado de la guía y el gobierno del Espíritu Santo, fácilmente se vuelve religioso haciendo reglas generales de cada enseñanza personal que recibe. Es dado a reglamentar, cayendo en legalismos aun sin siquiera darse cuenta de ello. Se centra más en las formas externas que en el espíritu. Mide y juzga por las apariencias.
Jesús los resistió
En su tiempo Jesús resistió fervientemente a este tipo de personas atadas a preceptos y tradiciones. A su vez, estos se escandalizaban que Él mismo y sus discípulos quebrantaban las tradiciones y aun las propias leyes, por ejemplo, sanando en día sábado.
«¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.» (Mt 15.2-6)
«Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.»
«…invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a éstas.» (Mr 7.9, 13)
En nuestros días, prontamente se juzga a las personas por sus actos religiosos como judios, católicos y de tantas otras religiones, cargados de rituales y tradiciones. Y no nos damos cuenta que las tradiciones están en nosotros, en nuestras propias iglesias. Muchas, pero muchísimas de las cosas que hacemos semanalmente en nuestras congregaciones están cargadas de tradiciones y rituales, que nada tienen que ver con la vida de la iglesia bíblica.
Erróneamente, relacionamos iglesia con liturgia, reunionismos y rituales que realizamos por costumbres y tradiciones. Otras veces, con la pretension de ser abiertos, se copian formas externas. No somos consientes que con nuestras tradiciones quebrantamos los mandamientos del Señor e invalidamos Su Palabra.
«Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.» (Col 2.8)
La iglesia no es liturgia ni tradiciones, no es programas ni rutinas. Por el contrario, la ekklesía original es viva, activa, dinámica, carismática. Se mueve y vive por la dirección del Espíritu Santo. Sin tradiciones.
