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¿En qué crees?

Meditando sobre cómo compartir nuestra fe con algunas personas, preguntamos: ¿En qué crees?
«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.» (1 Ti 2.5)
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» (Jn 14.6)
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.» (Hch 4.12)

Jesús muchas veces predicó y enseñó haciendo preguntas concretas. El mensaje es: ¿Conoces a Dios? ¿Crees que Dios existe? ¿Crees que Dios es el Creador de todas las cosas?

Si crees que Dios es el Creador, ¿Para qué piensas que nos creó?

Si no creen, intentamos demostrar que Dios es el creador. Seguramente creerán en otra cosa como creación: la evolución, el big bang, etc. Pero estas son teorías muy ridículas e insuficientes.

Entonces, ¿para qué nos creó Dios? ¿Para dejarnos aquí tirados, sin rumbo, sin objetivos?

Un ejemplo

Por ejemplo, el que inventó el automóvil, ¿para qué lo inventó? Para que haya coches tirados sin saber para qué sirven? Los automóviles fueron creados con un propósito. Y hay un manual de usuario que dio el fabricante para que sepamos cómo usarlo correctamente y cómo hacerle los mantenimientos necesarios.

Pues, Dios que nos creó ¿no hizo nada de esto? ¿Nos creó y dijo: búscate la vida? Claro que no. Pero nosotros le dimos la espalda a Dios. No sabemos para qué fuimos creados, cuál es el propósito de nuestras vidas. No nos interesa leer el manual. Vivimos como nos parece y después le reclamamos a Dios. Decimos: ¿Por qué hay tantas guerras y tanto hambre en el mundo?

Es como que los automóviles que fueron creados con un propósito se rebelaran contra su fabricante y dijeran: vamos a ser maceteros y criar plantas dentro nuestro, pero no transportaremos a nadie. Les diríamos: oye, pero tu no fuiste creado para eso. Dicen: ¿cómo que no? Si todos los coches somos maceteros. Entonces reclaman al fabricante porque no hay transportes. El fabricante le dice: oye, tú fuiste creado para transportar y no quieres moverte.

La gente se queja que Dios permite el hambre pero cuando ven que vamos a dar de comer a los necesitados nos critican y dicen: que se busquen la vida. Como si dijeran: oye macetero Seat, ¿adónde vas? ¿Por qué vas a transportar a alguien? ¡Qué iluso eres!

Y así nos dicen a nosotros: ¡Qué iluso eres! Vas a dar de comer a los pobres, eso no cambiará nada.

Oye, yo voy a ayudar a los pobres porque se cuál es el propósito de mi vida. Sé para que me creó Dios. ¿Y tú? ¿Sabes para que te creó Dios? ¿Cuál es el propósito de tu vida? ¿En qué crees?

¿En qué fundamentas tu fe?

Aquí hay otro punto importante. Cuando dicen que creen en esas teorías de la creación y en tantas otras cosas, les preguntamos: ¿Tú por qué crees eso? ¿De dónde lo sacas? ¿Cuál es el sustento para creer eso? ¿Qué pruebas tienes para afirmar eso que dices? ¿Con qué avalas lo que crees? ¿De dónde viene tu fe? Dicen: bueno, todos lo creen así, o la gran mayoría. O dicen: los científicos… Entonces les decimos: ¿Tú crees lo que todos dicen sin saber o preguntar si eso es verdad? O lo que es peor, basas tu fe en lo que dicen los medios de comunicación, como la televisión e internet y en lo que propagan ciertas películas.

Por mi parte, baso mi fe en dos cosas:

Primero. El manual para el buen funcionamiento del ser humano, que nos dejó el Creador. Esto es la Biblia.

¿Cómo sé que la Biblia es el fidedigno manual del hombre y de la vida? Porque fue escrita por más de 40 personas en distintas épocas, en un período de 1500 años y aún así mantiene un hilo, una coherencia. Lo que demuestra que no es simplemente un libro escrito por hombres. Sino que fue inspirado. Dios inspiró a una cantidad de personas en distintos siglos para dejarnos el legado de su Palabra. Para que nosotros sepamos cuál es el propósito eterno de Dios, para qué nos creó y cómo debemos vivir. Es, como dijimos, un libro escrito hace muchos siglos y no pasa de moda. No cambia. Sigue enseñándonos de manera sencilla cómo debemos comportarnos. Y puedo asegurar que si todos siguiéramos sus enseñanzas, en el mundo no habría guerras ni hambre. Seríamos todos felices y viviríamos en paz.

Entonces, número uno; baso mi fe en la Biblia, porque es el manual del Creador para nuestras vidas.

Número dos; baso mi fe en mi experiencia con Dios, con el Espíritu Santo. Yo conozco a Dios. Lo experimenté. Lo escuché. Hablo con Él. Él me ayuda, me acompaña, me cuida, me sustenta. Siento su amor, su paz, su gozo. Llámame loco si quieres, pero hasta he sentido su aroma, su perfume. He oído su voz. Podría darte testimonio de cuantas veces Dios me habló, me consoló, me confortó y me fortaleció.

Ahora cuéntame tu experiencia con lo que tú dices que crees. Y muéstrame el sustento de tu fe.

Como lo expresa el apóstol Santiago, uno de los escritores del Nuevo Testamento, «muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras» (Stg 2.18).

Puedo mostrarte mi fe, ¿tú puedes mostrarme tu fe?

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